Cuando estamos sumergidos en una relación en la que nos sentimos inseguros y vacíos, no somos capaces de poner límites, no porque no queramos, es por no saber hacerlo.

Cuando sentimos esa sensación de vacío en nuestro corazón y ser, no encontramos cómo llenarlo desde dentro, no sabemos cómo hacerlo. Pensamos que encontraremos en los demás las estimulaciones que nos llenen y así sentirnos mejor. En la situación de sentirnos vacíos por dentro, permitimos inconscientemente a la otra persona que se apodere de nuestra vida, dejando de lado la nuestra. Estiramos nuestra bondad y voluntad a la merced de la otra persona, pero, ¿y si digo basta? ¿Y si empiezo a pensar en mí en primer lugar? Si eres egoísta para ti mismo, es lo mejor que podrás hacer. Tú marcas los límites, no lo olvides.

Es sencillo leer la frase “poner límites”, pero, es difícil aplicarla sin constancia y presencia. Recuerdo claramente cuando toda mi energía la dedicaba a otra persona por un miedo que me acompaña desde que tengo uso de razón, un miedo a estar sola, a sentirme abandonada, no querida… toda esa sensación removía mi interior y conseguía ponerme a merced de la otra persona ciegamente. Creía que eso que hacía era por amor, pero, ¿el amor es entre una o dos personas por igual?, responder la pregunta me ha costado mucho tiempo, un tiempo en el que he aprendido y estudiado el comportamiento de las creencias sobre el abandono que desencadenan en la dependencia emocional.

Empezar a poner límites es un camino sin tiempo determinado, es un camino en el que tú marcas la velocidad de tus avances y la fortaleza que vas adquiriendo día a día. Los límites aparecen cuando vamos trabajando nuestra autoestima y nuestro gran valor como persona. Y se puede conseguir ¡se puede!

Yo lo conseguí siendo una niña abandonada que desarrollo su vida bajo el miedo y la inseguridad que desato la dependencia emocional y todo lo que eso conlleva. No es un camino de rosas, pero merece la pena aprender a ser tu mismo.

Gracias por leerme y gracias por tu tiempo.